Llevavamos ya tres dias de viaje, y un solo pueblo a nuestras espaldas, buscando una nueva vida para esconder el secreto de mi hermana, una vida que seria igual que la anterior, pero mas aburrida.
Fidela no me había dirigido ni siquiera una palabra en todo el camino. Yo me pasaba todo el tiempo sentada en el borde de la carreta con las piernas colgando, a menudo solia pasarme los dedos por el labio, intentando recordar a los de Dago, pero era en vano, necesitaba mas, y me destrozaba saber que ya no volveria a tenerlos, aun que sea solo para completar ese beso incompleto que, peor aun: me habia costado la relación con mi hermana. Ella estaba sentada en el fondo de la carreta junto a mi madre, ninguna de las dos me
hablaba.
La verdad es que se parecían mucho, las dos eran delgadas, secas, de piel olivácea y un fino pelo castaño, la diferencia era que el de mi hermana estaba más corto. Yo me parecía más a mi padre, más oscura de piel y con el pelo negro y áspero. Acontrariado a su personalidad, Felicia era el nombre de la mujer que me habiatraido al mundo, su mirada era fria y distante, triste, ausente, como si anelara una vida que sabía que jamás iba a conseguir.
Siempre sumisa a las ordendesde mi padre, como si fuera un monigote maleable, sin opinión, sin desición. Supongo que esa es la vida que tienen todas las mujeres, la vida que me esperaba, por eso mis padres vistieron a Fidela de niño, para intentar que no creciera con esa mirada en sus ojos, sin
embargo iba por el mismo camino que mi madre.
Yo era distinta, nunca me habia dejado influenciar por nadie, nunca habia llorado, era más fuerte y más ruda, hasta ahora. Me odiaba a mí misma, por haber dejado que Dago me besara, me odiaba a mi misma por dejar que me hubiese gustado ese beso, es más me odiaba a mi misma por haber perdido a
mi madre, yo sabía que ella no quería venir, yo sabía que ella deseaba quedarse en ese pueblo… Pero por lo que mas me odiaba era por haber perdido a mi hermana. Nunca había tenido una relación fluida con ella, pero no nos llevábamos mal…
Volví la vista atrás y las miré, estaban hablando entre ellas, hasta casi estaban riéndose, sin embargo cuando me vieron se pararon en seco. Yo no quería que eso siguiese así, de modo que decidí que a la noche mientras mis padres estén montando la tienda de campaña intentaría hablar con ellas.
Hacía ya un buen rato que habíamos parado a comer, así que supuse que no nos quedaría mucho para que decidieran parar un poco.Como era invierno oscurecía pronto así que me limite a esperar, viendo como mis piernas se columpiaban colgaban la carreta, intentando mantener la mirada fija en la punta
de mis viejos zapatos sucios y usados.
Como me imaginé, no tardamos mucho en parar, más o menos sobre las siete encontramos un pequeño claro, con hierba fresca para Zoquete, nuestro caballo, y una enorme pared de roca que podía protegernos del viento. Nuestros padres nos mandaron a buscar leña para calentar el fuego. Como era
de esperar Fidela estaba distante conmigo, con la mirada fija en el suelo buscando pequeñas ramitas que pudieran darnos cobijo en las frias noches de Enero. Disimuladamente intente hacercarme a ella, tal y como iba avanzando, ella se iba separando, me imaginé que, aún que le hablara no la escucharia,
pero no estaba dispuesta a perder su relacion por un medio beso ni siquiera deseado... aun que si agradable y hasta un poco obsesivo, queria repetirlo, queria... completarlo.
- Fidela... – me arriesgué, pero como recompensa solo obtuve silencio - Fidela…
- ¿No te das cuenta que no quiero hablar contigo?
- Pero yo si quiero hablar contigo… quiero, arreglar las cosas.
- ¿Arreglar el que? Me has destrozado Nicanora… tu sabias lo que yo
sentia por Dago y ahun asi le besaste.
- ¡Yo no le bese! Me beso él y tu lo viste, mama lo vio, papa lo vio, hasta Zoquete, preguntaselo al caballo si quieres.
- Pero que dices… ¿y las noches que desaparecias que? ¿Te crees que no me daba cuenta? Si cada noche salias con mi abrigo… No me imaginaba donde ibas… ¿Pero con Dago? Justo tenias que ser el
¿No?
- Fidel… Yo no estoy enamorada de el – o eso es lo que me gustaria pensar… la verdad es que estos ultimos dias han sido muy confusos, y la carretera tan solo me da tiempo que pensar.
- ¿Fidel? Sigues llamandome como cuando estabamos en el pueblo. Espabila Nicanora, no soy un chicho, soy una chica y con sentimientos, unos sentimientos que tu has roto. ¿Asi lo pensabas
no? Claro… como tu hermana, era un chico pues que le iba a importar ¿no?
- Vale, como tu digas, yo solo intentaba arreglar las cosas, cuando te veas capaz de usar esa inteligencia” – dije haciendo comillas con los dedos” – que dios te dio, por la que te convertiste en “Fidel” – comillas otra vez – ya vendras a hablarme, por que creo, y sinceramente te digo que me parece que este no es el comportamiento que deberias tener.
Y me alejé. Me alejé tan ràpido como pude para que ella no viera mis lagrimas, para que no viera que me sentia debil, sola e incompleta. Recogí todos los maderos que pude, tenia las manos frias, llenas de cortes por las bajas temperaturas, por las ramitas y por ir golpeando los troncos de los arboles, para intentar disipar esa impotencia que sentía en lo mas hondo de mi ser y que parecía que no iba a terminar nunca.
Con mi padre no tenía ningún problema, la verdad es que el pobre era bastante corto y no llegaba a ver lo que pasaba entre mi madre, mi hermana y yo aun que uno de los motivos más importantes por las que no se había dado cuenta, era que estaba más pendiente de zoquete y del camino y no prestaba atención a lo que pasaba en las partes traseras de la carreta. Dejé que se acomodaran todos, y luego me acosté yo, se me hacia un poco raro dormir fuera de la cama, y compartiendo dormitorio con alguien más que a mi hermana.
Tenía muchas ganas de que terminara ya el viaje de llegar a un sitio y establecernos, esperar a que mi hermana conozca a otro chicho y se obligue de Dago, y así consiga perdonarme.
Cuando desperté a la mañana siguiente, mi padre ya se había levantado, me incorpore un poco y miré a mi alrededor, en primer lugar solo quedaba un madero en el montón de leña, y el fuego estaba a punto de extinguirse, así que supuse que habría ido a por mas leña. Mi hermana y mi madre seguían
dormidas, una abrazada con la otra, en estos casi cuatro días de viaje se había fortalecido su relación y habían creado un vínculo, uno del que yo dudo que jamás tuviera con nadie.
Me levanté del todo, y recogí todo lo que se podía recoger y prepare un poco de carne para asarla al fuego y desayunarla antes de seguir. La verdad es que comía mas rico ahora que estaba de nómada que cuando vivíamos en la casa.
Estuvimos casi una semana más de viaje, intenté hablar un par de veces mas con Fidela, pero era imposible siempre nos acabábamos gritando y peleando. Esperaba que se le pasara la pronto, comprendía que le hiciese daño, y que estuviese enfadada, pero no había sido culpa mía y empezaba a ver un poco exagerado ya este mal estar que había entre las dos.
Habíamos pasado no más que dos pueblos cuando dimos con el que mi padre consideraba como “ideal”. Tenía mar, y lo mas importante un par de casas vacías, una taberna, y nadie nos conocía. Mi padre había decidido quedarse ahí, ya que al bar le faltaban unas cuantas mesas de maderas y el carpintero del pueblo estaba algo mayor para hacerlas.
El tabernero pacto con mi padre que le daría estancia gratis mientras estuviera trabajando con los muebles, y si le gustaba como quedaban, tendría que dejarnos o a Fidela o a mi trabajando
para él para poder seguir viviendo en la casa.
Nuestra nueva choza estaba justo en frente del bar, no era muy grande, ni tampoco tenía escaleras pero habia cuatro habitaciones, lo cual nos permitía tener nuestra propia habitación.
Decidimos que iba a ser yo quien trabajara para Luciano, el dueño de la taberna, y así Fidela podía quedarse en casa para aprender todas las tareas de la casa que no había aprendido en sus casi 20 años de edad, deberían darse prisa, por que pronto saldría algún pretendiente para mi hermana.
Mientras mi padre estaba ocupado en la carpintería, yo frecuentaba la taberna para aprender un par de cosas… como servir una cerveza, cuanto costaba cada cosa, y lo mas importante, aprender a hacer algunas reglas matemáticas simples, para así poder controlar bien el dinero que entraba y salía de la lata de cambio. La verdad es que estaba todo un poco cambiado, y la situación, para mi desgracia, era mas favorable para mi, cosa que hizo que incrementara el cabreo de mi hermana. Luciano era muy amable conmigo, tenía paciencia, y sabia como enseñarme. Yo era muy cabezona y con la cabeza duro, pobre señor… Si yo fuera quien tuviera que enseñarme ya me habría tirado por la ventana hace tiempo.
No habían masado apenas tres semanas desde que estábamos ahí, pero yo ya me sentía totalmente integrada, parecía que hiciera una eternidad que estaba ahí, apenas me acordaba de mi antigua vida, pero sin embargo, ni Dago ni su medio beso salían de mi cabeza…
Poco a poco iba mejorando, y ya casi casi me consideraba una tabernera. Luciano me había dicho que pronto llegaría su sobrino Isidoro para ayudarles en el bar. No le daba mucha importancia, ya que en mi cabeza solo exisitian tres cosas: Dago, como arreglar la relación con mi hermana y como aprender a contabilizar bien el dinero. La verdad es que todo eso me gustaba y me ayudaba a mantenerme activa.
Una mañana me desperté sudada. Había tenido una pesadilla. En decir verdad no se trataba de un malsueño, pero para mi era horrible. ¿Cómo podía soñar que Fidela y Dago se besaban? No quería pensar en eso, aun que tenia que reconocer que había una parte del sueño que si me había gustado. Por que le había ayudado a recordar el contacto de su labio contra el suyo. Cerré los ojos intentando volver a sentirlo tan profundo e intenso pero no pude, su recuerdo se estaba desvaneciendo, tenia que quitármelo de la cabeza. Jamás volvería a vero y eso me mataba.
Me vestí y fui a la cocina, esperando a que Fidela pusiera sus huevos quemados encima de la mesa para desayunar. La pobre no se aclaria mucho con las cosas de la casa y para ella cocinar era todo un reto. Aun que sabia que no me miraría, le dediqué una sonrisa intentando poner buena cara mientras me trabajaba eso de tragar de prisa esos huevos que sabían tan horriblemente.
Como cada día salí de la casa para cruzar la calle, cualquiera que me viera pensaría que solo soy una borrachina que se iba a la taberna, pero ¿Quién podía pensar en que una mujer es una borracha? Eso es prácticamente imposible, como no podemos ni beber… Estuve limpiando un poco. Al principio se notaba que no había habido ninguna hembra por ese tugurio desde hacia eones, ahora, ya empezaba a parecerse mas a un lugar agradable, y limpio.
Estaba fregando el suelo, arrodillada con un trapo en la mano, pensando en como podía ensuciarse tanto un suelo, cuando entro un joven por la taberna del bar, no me vio, por que estaba escondida
detrás de una mesa. No le vi la cara pero había algo en él, no sabia lo que era.
Se sentó en la barra del bar, como hacen la gran mayoría de los clientes, seguramente esperando a que saliese Luciano para pedirle alguna cosa que beber. Al levantar la cabeza, reconocí ese posado, vi que el chico tenia un espeso cabello negro… Se me hizo un nudo en la garganta. Se me cayó el trapo de las manos, pero me daba igual, en mi cabeza había una batalla interna. ¿Sería él? ¿Era Dago? Hice acopio de valor y lo llamé.
- ¿Dago?
CONTINUARA...